Esta nerviosa, quiere verle aun sea de forma promiscua. Para no dejar ceder este nerviosismo debería encender un cigarrillo podrido de su suéter húmedo; y ya de costumbre no encuentra nada dentro de esos bolsillos sólo mas humedad. Piensa que vendrá, cree sentir sus pasos, no es cierto, pero le sosiega el nerviosismo, ya para entonces ansiedad sedativa.
Esta un tanto nublado, pero se embellece para la ocasión. Viva de su corazón; el mismo que late mas fuerte y su torpeza cunde tras las horas. El ambiente ya no brinda el nerviosismo sino fugaces latigazos de voces en su mente, la inquieta, desea verle, ni recuerda el pasado nerviosismo de mediodía, sin embargo, desea verle, se entristece y se llena de ira.
Anochece; en una hora debe ir a dormir, definitivamente no sirvió su presente comportamiento, la verdad es que duele su alma y sus manos reciben gota a gota sus lagrimas mientras la enfermera de pasillo le entrega el último sedante del día.Costumbre para ella es no como antes encender cigarrillos a la espera, costumbre a la sedativa cada ciertas horas; por las convulsiones nerviosas impulsivas. Acaba el invierno y en el centro psiquiátrico ni un alma en pena retorna a verla.